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ANTONIO TOVAR LLORENTE
(Madrid)
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS mERICOS (*)
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras, señores:
Cuando el Servicio d~ Investigación Prehist6rica en el que tanto
has trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se
me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me
da la celebración de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar
tu labor en su tiempo, es decir, de mostrar que todo.trabajo científico
se ha de ordenar en una verdadera sucesión, como nos enseñaron los
griegos,· que disponían··la pl&yade·de sus-filósofos .. en düulochat,-en
sucesión de directores de escuelas, casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigraffa y len(-) Conferencia pronunciada por el Excmo. Se11or Don Antonio Tovar Llorente, de la Real Academia Eepaflola, el día 18 deJunlo de 1984, en el eal6n de actoa del Ateneo Mercantil de Valencia, con
motivo del hom~e que ee rindió a Domingo Fletcher Valle por la Exma. Diputación Provinclal al
nombrarle Director Honorario del Servicio de Inveetigaci6n Prehiet6rica, y que fue publicado en un
pequeflo folleto que, con el tftulo «Homenaje a Domingo Fletcher Valle (18 de junio de 1984,.,ee reJIBI"
tl6 entre loa uiatentee al acto.
Cuando, con posterioridad, la Direcci6n del Servicio de Inveatlgaci6n Prehiat6rica ee propueo
publicar un tomo en homenaje a Domin¡o Flethcer Valle, ee pene6 reeditar la confertDCia del Dr. Tovar
Llorente en una publicación que tuviera mayor difuai6n, pera lo que en carta del día 4 de mano de 1986
ee la eoUclt6 eu autorización. El autor concedi6eu permiao mediante carta del día 1211¡uiente, ala que
acijuntaba una cuartilla con correcciones al texto publicado, oorreciouea que bemoe incorporado
ahora.
La lamentable deaaparici6n del Dr. Don Antonio Tovar, fallecido el día 14 de diciembre de eee
miamoaAo 1986, ha Impedido que efectuara unaraviaión de laa pruebu de imprenta, por lo que el uiaten en el texto al¡unoe erroraa 1011 a61o atribuible• a eata Direcci6n. ¡Deecanee en pu el
Maestro! E.P.B.
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ANTONIO TOVAR
gua, y ala relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en
la época de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más
bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de
vasco e ibérico es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez, en muchas partes de la Península, elementos más
o menos de aspecto vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin
duda relacionados con el ibérico y pertenecen en común al remoto
mundo de lo indígena, de lo preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos. Durante muchos años ha sido él quien, particularmente en las
tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado,
ha coordinado, ha sido generosísimo en la comunicación de hallazgos,
ha publicado las inscripciones y, sobre todo las ha estudiado como
nadie, transcribiéndolas y dibujándolas, examinándolas durante días y
días, haciendo con cada una de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden guiar en el oscurísimo campo
de la interpretación.
.
Si repasamos, por ejemplo, ima de sus últimas publicaciones, la de
los plomos de Yátova (1), podemos ver cómo ha conseguido analizar
estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritura halla
otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba
debajo, semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
··· - El prelJtigio-·del·Servicio-y la diligencia de Domingo Fletcher·son·la ·
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido
siempre a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos
de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los
plomos de Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel
«paquete» formado con tierra alrededor el hallazgo importantísimo.
Cultos ciudadanos del pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de
aquello y lo depositaron en el Museo de Prehistoria de la Diputación.
Por suerte, pero no por causalidad, pues nadie como Fletcher podía
estudiar y publicar en pocos meses el dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que los ciudadanos pueden
darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adonde
hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años
(1) D. FLET<.'HER VALLS:
«Los plomos ibúicoa de Y'tova
(Valeocla)~t,
Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehistórica, núm. 66, Vale.ncla, 1980.
-30-
Serie de
Tra~oa
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del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo recuerdo iniciada
antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un eslabón que
ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difusión en la
cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento
de la epigrafía ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de inscripciones, no es una casualidad, y se debe al ceJo y al entu.siasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía
el Servicio su fundador, don Isidro Ballester Tormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad Don Luis Pericot García, maestro de tantos
y tantos prehistoriadores valencianos. Por aquellos años, antes de la
guerra civil, se comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de
los vasos de Liria, orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos pertenece el sensacional letrero ibérico gudua
deisdea. Ya saben ustedes la historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la
estudiante pensó en las palabras vascas gudu «combate» y deitu «llamar», y entonces pareció por un momento comprobada la vieja tesis
de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por
el vasco. En vano Don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición vasca,
hacía notar unos aiios después (2) que en la frase era un poco raro que
el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, alas dos palabras,
y ·que, lo· mismo que ·la ·morfología, ·la·sintaxis na fusr~cmuy ··vasca,
aparte de que si deitu recuerda al latín dictum, gudu no está exento de
la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos
eminentes que podía ser con todo «llamada de guerra», como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, A. Irigaray y
Severo Altube (3). En la pintura se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus escudos ibéricos convexos, enfrentada ala vez
con otra barca, ocupada por un guerrero con su escudo y un perro que
ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde tendiendo su arco a una flecha
(2) J. DE URQUIJO E mARRA: «La famosa inscripcl6n ibero-vuca de un vuo de Liria. Gudua
Deltzdea. Error de lectura o error de fecha. Contestación a una cñtiC&Jt, Boletín de la Real Sociedad
Vuconpda de Amigoa del Paíe, 1, 2.•, San Sebastián, 1946, pip. 126-143.
(3) J. CARO BAROJA: «Sobre el vocabulario de lu iNcripcionee lbmcu,., Boletín de la Real
Academia Espallola, XXV, Madrid, 1946, páp. 196 y s. y 202.
A. IRIGARAY: En nota que publica Caro Baroja en la obra citada antes.
S. ALTUBE: En Homenaje a Doo Julio de Urquljo, 1, pá¡a. 861 y u.
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que le disparan desde la primera barca. Los peces que se ven en el
vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela·sobre ellos, nos
hacen pensar en una escena de ataq\le por sorpresa en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del
Servicio de la Diputaci6n, y hoy la colécci6n valenciana es sin duda la
más rica que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos 'dicho la parte que
en ella tiene Domingo Fletcher.
·
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo
en que el desciframiento de .la escritura ibérica por Don Manuel
Gómez-Moreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese desciframiento estaba publicado, y desde 1925, G6mez-Moreno, en un
segundo artículo, la había explicado de modo más completo, a la vez
que presentaba un mapa etnol6gico de la Península que se mantiene
hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los
estudiosos somos rutinarios, y amantes de nuestras capillitas y colegas. Es muy dificil romper además con el prestigio de grandes figuras,
y con el peso de la tradici6n. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes
arque6logos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las lecturas de
Gómez-Moreno, y s6lo algunos numismáticos, hacia 1929, empezaron
a utilizarlas por la sencilla raz6n de que, ahora sí, las monedas se
podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también Don Pío Beltrán, leían al modo 'de G6mez-Moreno los materiales
que iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya
no eran el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de otro modo~ - .. .. .... .. .. ·
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnol6gico que Góme·z-Moreno había trazado. A mí me toc6, como lingüista,
sacar algún partido del descubrimiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trat6 en ellos de lo que élllam6 vasco-iberismo,
es decir, de una equiparaci6n o identificaci6n del vasco con el ibérico,
que, por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, más
por otra, también una tradici6n antiquísima, casi bíblica, pues aiTanca
del pasaje del Génesis en que Tubal, hijo de J afet, aparece como padre
de los iberos, pasaje en el que aSanJer6nimo, al comentarlo y traducir
el comentario de Eusebio se le ocurri6 añadir a Iberi la explicaci6n de
qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que
se llama Anuario de lingütstica ibero-caucásica, en ella naturalmente se
admite la relaci6n con el vasco y con ese supuesto antepasado ibero.
Lo mismo que en Georgia, la Iberia caucásica, arraig6la idea de Tubal
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como antepasado en toda España, y muy particularmente entre los
escritores vascos, desde Esteban de Garibay (1571). El origen latino
del castellano y de las otras lenguas románicas estaban ya claro para
Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606, pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos
durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística
moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su viaje a las provincias vascongadas en 1801la identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas, en
verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de
Viterbo, adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y
divulgó toda la tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás,
en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos
habitantes de Hispania por medio de la lengua vasca (4}.
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vasco-iberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner
publicaba los Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos
de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo
genitivo de singular Jinguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus
de Hübner, el genial romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía,
«Die iberische Deklination» (5}, en la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos,
del .Sudoeste, etc., un. c:lesmedrado cuadro que -Gerhard Biihr-, en su
tesis doctoral de GOttingen (publicada póstuma en Eusko-Jakintza)
(6} no pudo apoyar en ningún punto, como seguidor ya de las lecturas
de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía, cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en
peligro de caer en el error y en el disparate. Iberistas espaftoles y
extranjeros que creen que, sin conocimiento del euskera, basta abrir
un diccionario para encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben
continuar trabajando sin estudiar una lengua que, afortunadamente,
está descifrada pues que se habla como lengua viva. Ya con la base de
<•l L. HERVAS Y PANDURO: «Comprobación de la8 inveatlgacionea sobre loa primitivos habitantes de Hiapanla por medio de la lengua vasca», Madrid, 1821.
(5) H. SC'HUC'HARDT: «Die Iberiache Deklination», Sitsungaberichte der Kaia. Akademie der
Wiaaenachaften in Wien, C'LVll, 2, Viena, 1907.
(6) G. BÁHR: «Baakiech und Iberisch», Euako Jakinw, U, ._5, Biarriu, 1948.
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las lecturas de G6mez-Moreno se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe. Hubo que limitarse a
comparar datos seguros y a lograr así un mínimo aceptable, abandonando precipitada~ conclusiones de la comparación vasco-ibérica. A
esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduria lin~stica y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena que siguió la tradición
crítica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimientos de los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el
lusitano se dibujan con perfiles bastante claros, en mucho mayor
medida el primero que el segundo, pero nuestro conocimiento de la
lengua ibérica no ha podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el
lusitano son lenguas indoeuropeas, y todo el instrumental del método
comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro, ni referencias ordenadas para
analizarlo. Después nos habremos de ocupar de las posibles conexiones del"ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos estudiados en
mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los milenios de
continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la
del etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con
una tan extensa como la -de··la momia de Zagreb con sus aproximadamente 1.270 palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por
ejemplo, fórmulas sepulcrales que se repiten a menudo, se entiende
algo con seguridad, pero cuanto más e~tenso es el texto, las dificultades son mayores. Aun en el caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde
un texto fenicio glosa como en compendio la más extensa en etrusco,
las dificultades que quedan son todavía insuperables.
El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres
plomos, con sus diez caras si separamos las superposiciones, o el de
Pech-Maho, con sus más de 100, me deja, al menos a mí, abrumado y
perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela
donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran
las pinturas de vasos, pero en un texto extenso, de cuya naturaleza no
sabemos nada, y que además, con lo que parecen numerales, hacen
pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener
paciencia.
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Una lengua inclasificada, es decir, no incluida dentro de una familia, es por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido
(onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún
sello impenetrable. Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña
que por esta vía no son muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo
que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos
partir de que es indoeuropea, semítica, etc., no nos lo dan penosas
deducciones que, con mucho trabajo, podemos intentar alrededor de
ese punto de claridad que es una palabra identificada o casi. Pero las
tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las contemplamos llenos
de admiración, pero la augusta esfinge esconde su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA IBERICA
El nombre de iberos, .. I an P e: !; (muy raro " r an p o " ) en griego,
lbeñ en latín, parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el
de gran río peninsular que da al Mediterráneo, el Ebro, lberus en latín.
En castellano y en catalán, pervive con el acento del griego" ·I an p, en
la primera süaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Fonte lben),
del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego
como en otra palabra popular, Isidro (frente a la forma culta Isidoro,
· r a ¡; ó w p o !; , con su acento latino), pues lo mismo ocurre con otro
nombre geográfi~o. el-de Adra--r-Aaó n p.a), provincia de Almería;. y los
topónimos perviven en la lengua hablada (7). Por eso yo me inclino,
contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y
no el del pueblo que habitaba en las orillas de su curso bajo.
Pues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai
«río» e ibar «vega». Los griegos se encontraron con que los iberos llamaban al más caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar «no», el
río por excelencia.
Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una relación
que se explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico) (8), cambian. En este caso tenemor i/r (también intervienen en
otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar amai «límite»/
amar «diez (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos)», y para
confirmarlo: amaika «once (algo así como un derivado adjetival de
(7) C'fr. para estas palabraa R. MENENDEZ PIDAL: «Manual de gramática hiltórica eapetlola», 6, ._
(8) C'fr. ildun/r, A. TOVAR: «Uxico de lu inacripciooea iWricaa», Estudios dedicados a MeMildez Pidal, n, Madrid, 1961, págs. 273-323, especialmente la pág. 310.
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"diez,, "el que sigue a diez,)»; también se puede recordar -kor/-ko~
doble forma del sufijo vasco que significa «propenso a».
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de
España oyeron !bar en boca de los indígenas, y siguiendo la evolución
de su dialecto, que lo mismo, se supone, que del siglo vn al VI, de
Mada hicieron M1\ 6 o t. • lo convirtieron en .. I Bn P
Que llamaran .. I Bn P e: s a los indígenas del país del • I Bn p pudo
ser debido a que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado
del nombre del río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en
griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema .. I Bn p.
Paralelos a • I Bn Pe: s serían nombres de pueblos extral\ieros que
hallamos en griego: Ka pe: s , K.; X t.. x e: s . La identidad de la forma no
decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de
un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del nombre del río
(ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en
fuentes iberas) la semántica parece asegurar que el nombre fue primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la
fachada mediterránea de la Península, por lo que ésta fue llamada Iberia. Los conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los
siglos VI y V, de la Península, les mostraron la presencia de celtas en
el Sudoeste, al Norte del Algarve, y que allí comenzaba una extensa
Ke: ~ T t.. )( n, que según Heródoto se extendía por todo el Occidente de
Europa, hasta las fuentes del Danubio. En los autores griegos más
· ntiguos se denomina··Celtioo·la·mitad nordoccidental de la Península,
a
como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero ya Polibio designó
como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra griega para lo que
los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses, 11amaron
Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido
demostrar la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien. Las monedas de Urci, hacia Almena, muestran en su
leyenda ibérica Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y
las de los ilergetes, ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la
ciudad de Narbona (Neroncen). En monedas de Ilíberis (Granada)
hallamos la misma palabra cestin que en una inscripción de Liria.
Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén) nos dan duidui como Liria, ütir
como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma ceca ofrecen iscer, que
aparece en Cástulo, Alcoy, Liria, los indigetes (y escer también en
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ESTUDIOS IBERICOS
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Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas, Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en varios nombres de la turma Salluitana
(donde también hay -aden), en una inscripción romana de Sofuentes,
al Norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafia pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y Almena se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el
país de los ilergetes por Lérida y Zaragoza, y de los vascones, en Alagón y Sofuentes. El estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no sepamos en general el significado, sostener
que la misma lengua se hablaba en todo este territorio, como presentamos ya hace tiempo en mapas (9). Esta unidad de la lengua ibérica la
admiten J. Maluquer de Motes y Antonio Arribas (10), que exagera un
poco quizá al llevar los1ímites hasta el Ródano y hasta las columnas de
Hércules. Por su parte L. Pericot (11), insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua aparece con tan
innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora
se llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno e " I en p en Estrabón
(13). Un testimonio antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes
de Hércules y utiliza varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de Heraclea (14), llama iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltar y mucho más al Este, es decir,
el territorio -de Tartessos· en·su·más amplio· sentido;yconsidera·como
tribus de una misma raza a los cinetes, gletes, tartesios, elbisinios,
mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en la que
parece se menciona el Ródano (15). ¿Se Uamaron realmente iberos los
pobladores de todo el Sur de la Península? ¿Son miembros de la
vn,
(91 A. TOVAR: «Extensión de la lengua ibérica en Andalucía», Zephyrus,
Salamanca, 1966,
páge. 81-83.
A. TOVAR: «The Ancient Language of Spain and Portugal», New York, 1961, p6ga. 60 y u .
(10) J . MALUQUER DE MOTES NIC'OLAU: Prólogo a la obra que ae cita a continuación,
p6g. 20.
A. ARRIBAS PALAU: «Loa Iberos», Barcelona, 1966, pág. 27.
(11) L. PERIC'OT GARC'IA: «La cer6m.ica ibérica», Fotografiu de Toni Vida!, Bareelona, 1979
(198•l), pá¡. 11.
(12) AVIENO. Ora 2~8. C'fr. A. SC'HULTEN: «
págs. 336 y •.
(1!l) ESTRABON, m, 6, 9, pág. 175.
1141 .J. ,JAC'OBY: «Die Fragmente der griech. Histociker>l, I, pá¡a. 216 y e. y 602 y a.
(15) A. SCHUL'IEN: «Fontea Hispaniae Antiquae», n, Bareelona, 1926, páp. 87 y 88.
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misma comunidad étnica que haJJamos en la .Andalucía oriental y en
toda la costa del Este? ¿O iberos en este punto no significa otra cosa
que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es fácil dar una respuesta.
Pero habremos aún de volver sobre este punto.
El precoz desarrollo de la cultura tartesia, la presión de los invasores celtas en toda Andalucía, particularmente sobre la occidental, así
como sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a
la que se nos manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los
límites que la lengua nos señala. El Hiberus de Avieno, "I an P de
Estrabón, podria ser un indicio de que sí, de que en aquella región un
poco marginal se mantuvo conciencia de que eran iberos. Pero cuando
contemplamos el tesoro del Carambolo, o los relieves de Osuna, o se
estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con
otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía
investigador tan competente como Pericot (16), aseverar que <
existe definición satisfactoria y una cronología evidente» sobre los iberos, pero el número grande de inscripciones, cuya lectura es clara, permite, aun sin considerar descifrada la lengua, conocer la identidad de
ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos ~bién en la arqueología de ese territorio, especialmente en la típica cerámica, que coincide con el que la epigrafia nos
asegura como ibérico, podemos intentar una explicación cronológica
del. desarrollo de .esta cultura, ..de.jando .ahora el problema, mucho más
dificil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (17), refiriéndose a como
plantean los arqueólogos estas cuestiones, «la cuestión de origen ha
sido substituida por la de fonnacilm de tal o cual pueblo o cultura».
La presencia epigráfica y arqueológica de los iberos permite partir
de la idea de P . Bosch Gimpera (presentada por Pericot) (18) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura tomó rasgos característicos, determinados en buena parte por
influencias coloniales púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra düerencias regionales, que resultan sin duda de que las formas culturales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del
(16) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, p6g. 8.
(17) MALUQUER DE MOTES: Op. cit. en la nota 10, p6g. 9.
(18) PE RIC'OT: Op. cit.. en la nota 11, p6g. 1L
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alto Guadalquivir, y se extienden, seguramente favorecidas para su
expansión por una preexistente comunidad étnica y lingüística, de
Sudeste a Noroeste. Pericot (19) iniste en «la importancia del substrato ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente
elevadas para el desarrollo de la primera etapa de lo ibérico».
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una cultura, en un territorio relativamente protegido contra las
invasiones indoeuropeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre
la larga tradición cultural de la región de Almena, vienen a confluir
influencias tartesias.
.
Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástuloturdetana, es decir, la del Algarve y todo el Sur de la Península, que
seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste,
territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser del tipo que se llama secundario, es decir,
formado sobre la base de letras alfabéticas, a · menos que esto se
pudiera demostrar. La hipótesis de que el elemento silábico de la
escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del ll milenio es
la más obvia para explicar su presencia en el 1 a. C. El argumento que
expuse en 1943 (20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a
conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue
teniendo valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al
uso. de. silabarios ..de..antiguo.abolengo. en .Chlpre hast&.tiempos bastante tardíos. No se han hallado, que sepamos, huellas de un 'silabismo
sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un
indígena dueño de las escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del
silabismo que l. J. Gelb considera inherente aún al alfabeto fenicio, o
un colonizador compenetrado con la cultura indígena, forjó alrededor
de la fecha que suponemos la escritura cuya alta antigüedad parece
que se confirma cada vez más en excavaciones en Portugal.
En la cultura ibérica que toma sus rasgos característicos en la
región del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que
es, un siglo después de que se formara la escritura del Sudoeste, una
combinación semejante de elementos distintos: la metalurgia de los
exvotos ibéricos de Sierra Morena, que surge en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la influencia griega es innegable. Más griega,
(19) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, págs. 236 y s.
(20) A. TOVAR: «Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas», Bue001 Airea, 1949, págs.
17-20.
-39-
[page-n-40]
12
ANTONIO TOVAR
pero a la vez oriental, es la escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio
donde los iberos, en casos que parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la escritura jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia, que aabemos extendió su influencia por todo el Sur de España,
hasta incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar,
más remota en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente
tuvieron su centro en la región de· Almena. La alta cultura tartesia
explica, con modelos como los legendarios Gárgoris y Ha bis, o el más
histórico Argantonio, la existencia de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión de las formas caracteristicas con que aparecen en la historia los
iberos, y nos orienta sobre la cronología de la difusión de su
cultura.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
Galera, Toya y el Cigarralejo (21). Se fechan en el siglo VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y Archena.
Liria, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (22). Al siglo IV pertenece el comienzo de la cerámica ibérica
del Bajo Aragón (23); al IV-m, Ensérune (24); las piezas cerámicas de
Azaila corresponden al siglo m (25).
· La· extensión de-los estilos cerámicos ibéricos a·Celtiheria se fecha,
según Peiicot (26), en los siglos m y ll.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de
Avieno (27), al decir que el territorio de los iberos, en el que «están
situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo», comienza precisamente en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de
Ibiza.
.
Además es cierto que pocos versos antes, en el 462 s., el piloto
marsellés dice, refll'iéndose, parece, porque el texto es sumamente
impreciso y difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus
(21)
(22)
(28)
(24)
(26)
(26)
(27)
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
AVIENO, Ora. 472 y 88.
11,
11,
11,
11,
11,
11,
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
241.
248.
246.
274.
250.
268.
- 40 -
[page-n-41]
ESTUDIOS mERICOS
13
quondam stetit/Tartesswrum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca
del Júcar, «estuvo antaño el límite de los tartesios». Pero ese límite de
los tartesios, que fue límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya
allí límite político ninguno, y la epigrafía nos enseña que en el
momento en que jonios, como nuestro marsellés, habían introducido
su escritura en Alcoy y en Mula, lo que sería unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir en la misma lengua
que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos
la asegura también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos
siglos a lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer
vio menos del interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua, escritura, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con
unidad que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la
Edetania, las tribus de la costa catalana (ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos, indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la
costa de Rosellón y el Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes
es también epigráficamente ibero.
. Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la
zona subpirenaica un poco al Sur de donde se debía hablar el euskera:
me -refiero al famoso -documento que es-la turma·Balluitana (28}, y-al
importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la tabula
Contrebiensis (29).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el
general Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89
a. C., nos da una lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y
tres incompletos, que pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente
sólo son entre estas de identificación segura Zaragoza y Lérida, y de
probable, Egea; Succonsa, la otra cuyo nombre se conocía de antes, se
cita en Ptolomeo, y se puede suponer estaba entre Huesca y
Lérida.
(28) CIL 12, 709, VI, 37.046. Cfr. N. CRINITI: «L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone11,
MiUn, 1970.
(29) G. FATAS CABEZA: «Contrebia Bela.isca (Botorrita. Zaragoza). n. T abula Contrebienaia»,
Mono¡raflu Arqueológico, :xxm, Zaragoza, 1980.
- 41 -
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14
ANTONIO TOVAR
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el
senado de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C.
Valerio Flacco, en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia (Zaragoza) sobre terrenos por los que pasaban aguas
para el riego, son, aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan
nombres celtibéricos como los escritos en letras ibéricas en el bronce
de Botorrita, sólo dos: el de [... C] assius hijo de[.] eihar, Salluiensis, y
el de Turibas hijo de Teitabas, Allauonensis. Estos tres nombres, pues
el zaragozano hijo de ]eihar tiene praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo ]eihar con su h plantea problemas.
Estos nombres nos aseguran de que en territorio que Ptolomeo nos da
como vascón, tenemos nombres ibéricos: en Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su primer elemento
quizá no ibérico) (30), de Turciradin, de Sofuentes, al Norte de
Egea (31).
J. Corominas comentó (32) otra inscripción (33), procedente de la
alta Ribagorza, dándola como en «vasco ribagorzano» del siglo l. Los
dos nombres indígenas que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdwnari, son, el.primero, ibérico en sus dos elementos:
Tanne- (34), y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (35), si bien en Aquitania
también tenemos Dann-, y éste sería un caso en que se descubre un
fondo común ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que
ibérico, en el que no parece se encuentre nada semejante, podría ser
del fondo vasco-pirenaico, como .defiende Corominas, que alega la
palabra vasca azter. «indagación,-examen», y otras parecidas, y elnombre personal Aster en diplomas gascones de los siglos IX y XI, y otros.
La dificultad que hay en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la
falta o rareza de m en ibérico, y explicar así una confusión gráfica del
vasco dun «que tiene», palabra muy frecuente.
Desde el punto de vista del va.sco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como
supone Corominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada en el artículo, es decir, determinada, que no se pensarla
fuera tan antigua. Pero la verdad es que falta documentación en
este punto.
(30) M.• L. ALBERTO S FIRMAT: «La onomástica pei'IOllal primitiva de Hiepania. Ta!:raconenae
y Bátican, Salamanca, 1966, pág. 237.
(31) en. n 2.976.
(32) J . eOROMINAS: «Entre doa llenguatgea», U, Barcelona, 1976, ~~~· 132-Ul.
(33) en. n s.s4o.
(34) ALBERTOS: Op. cit. en la oota 30, ~g. 220.
(36) ALBERTOS: Op. cit. en la nota 30, p4¡. 47.
- 42 -
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ESTIJDIOS IBERICOS
16
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la
relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más bien vasco o aquitano (que podemos considerar idénticos
entre sí). Quizá hasta allí llegaba, entre personas de posición social
relativamente elevada, que hacían poner una lápida, la influencia
del ibérico.
LA LENGUA IBERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy dificil y muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de
hacerlas porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no
descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos
permite enunciar a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo.
Una lengua de la que poseemos tantos documentos como los que se
exhiben en · l Museo de Valencia, y en otros más, no estaría indescie
frada, una vez que se lee con seguridad, si fuera indoeuropea. Hasta
lenguas que durante mucho tiempo no fueron reconocidas como
indoeuropeas, cual el licio y el lidio, pudieron identificarse como herederas, aunque muy cambiadas de las antiguas lenguas indoeuropeas
anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en
su escritura, con más puntos oscuros que la ibérica, y en que han
tenido una larga evolución, una vez disuelta la antigua familia anatóücá..del"netitS";··en -erUeste·· aa··A"ia·Menor: ····-···············-·········-······ ·· · · · ··
s
Es cierto que en la pátera de Tivissa (36) se ha señalado que
se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices.
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio
(del tipo del véneto donasto «dedit», fagsto «fecit») del verbo M-Uer-,
bien atestiguado en indio karati «él hace»; galés, para{ «hace, causa»;
irlandés, cruth «figura»; galés, pryd «figura, tiempo». Así lo explicó L.
Michelena y lo aceptó V. Pisani (37).
(311) M. GOMEZ MORENO: <
Cfr. ARRIBAS: Op. cit. en la nota 10, pág. 154.
G. NIC'OLINl: <>, Paría, 1973, págs. 61, 161 y sa.
(37) L. MIC'HELENA: <<¿Un aoristo signuitico indoeuropeo en la pátera ibélica de Tívisa?», Emerita, XX, Madrid, 1962, págs. 163-160.
V. PISAN!: En Archivío glottologico italiano, XXVIn, Torino, J>á~ta. 104 y a. y en Paideía, IX.
~nova, pág. 13.
-43-
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16
ANTONIO TOVAR
Pero en el millar largo de voces ibéricas que se han reunido (38),
no se repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en
algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que
intenté con el beréber. En un trabajo de 1946 (39), propuse interpretar eban (en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban «piedra» más un elemento pronominal -en, que se halla así
pospuesto, no al poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo considero que es el genitivo vasco que H. Gavel
llamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren harria «piedra de Pedro», a diferencia de ibérico Balceadin Isbedarticer ebanen «B. hijo de Isbedar (en
una forma adjetival) piedra-de-él». Con un elemento pronominal posesivo distintO tenemos en Ubico Msult bn-s «Musulamia tumba-su»
(40), y en beréber actual tamaziYt en-s «patria él-su (patria de él)»
(41). Para hacer verdaderamente digna de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de todos los tiempos eban
significa «lápida», y el epigrafista J.G. Février (42), publicó una serie
de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, la
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban «lápida» en ibero fuera un préstamo púnico,.·s6lo
nos quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos
todavía que J . Pokomy, en un trabajo de 1950 (43}, utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además
de para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del
relativo infijado en irlandés antiguo, en ejemplos como inna aimsire mbtte-som isind fognam «del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue)
están en servicio», sechi chruth do-n-d-r6n «de cualquier forma que (n)
(38) J. SILES RUIZ: «Uxico de inscripciones ib6ricas>>, Madrid, 1985.
(39) Luego incluido en TOVAR, op. cit. en la nota 20.
(40) A. TOVAR: <, Boletín de 'I'rabtlios del Seminario de Estudios de
Arte y Arqueología, X, Valledolid, 1943-1944, pág. 36.
(41) TOVAR: Op. cit. en la nota 20, págs. 61 y as. y 90 y 88.
TOVAR: Op. cit. en la nota 9, en segundo lugar, págs. 62 y 88.
(42) J. G. FEVRIER: En Studi orientali in onore di G. Levi della Vide, 1, Roma, 1956, págs.
182 y 88.
(43) J. POKORNY: ccZum nichtindogei'IIIIlllÍ8chen Substratim Inselkelketischen», Die Sprache, I,
Wien. 1949, pág. 244.
-44-
[page-n-45]
ESTUDIOS ffiERICOS
17
yo lo (á) hiciera (1.• persona singular del perfecto de di-ro-gn()» . Este
complicado juego de relaciones, que puede parecer poco creíble,
adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de Europa, hipótesis que mantuvo Pokomy de un modo que
ahora no se estila, pero que puede tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y la tipología, a las que luego
nos referiremos.
No han faltado, naturalmente, intentos de relacionar directamente
el ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que
no me parecen convincentes. Primero el de Juan de Gorostiaga (44).
Sin verdadero análisis, da por seguro que se trata del contrato que
hace un duefto con dos constructores para la reparación de dos casas.
No hace caso de la separación de palabras con puntos y así consigue
aislar dos veces la palabra bait «casa» y una vez el plural betin; adunin
lo traduce por adun «seftor», pero en conjunto no ha explicado las
palabras. En el segundo intento que reseñamos, su autor, J. M. Sola i
Solé (46), parte de identificar, como su precursor, el ibero con el
púnico, lo que, de ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que
él alcanza. De una inscripción de Liria saca lo siguiente: «bitiiba (sin
explicar) de Banitewbar hijo de Balcewni». De la del Cerro de los Santos Ba8tulaiacun: m§ «estatua» z «esta», un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Y akun «estatua esta aquí para
Yakun». Nada le detiene: la inscripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum
Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación·y étnico en celtibérico, es traducida a.sí:-«Tirtan Osabul ha erigido
(o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws». Basta todo esto para probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado
con el vasco, podría considerarse tradicional, es la que se supone con
las lenguas caucásicas, especialmente con la más importante y la más
antiguamente atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es
todavía inexistente, no podemos hacer más que dar brevemente
cuenta de los resultados de la comparación vasco-caucásica. En nuestro tiempo, después de H . Schuchardt y C. C. Uhlenbeck, han sido K .
(44) J . DE GOROSTIAGA: c
dnterpretación, traducción y análi8is del plomo ibmco de C'aatel16n>~,
Boletín de la Real Sociedad Vucongada de Amigoa del País, IX, San SebutUn, 1953, pága.
·
ww~
(.(5) J . M.• SOLA SOLE: «Aaaaig d'interpretaci6 d'algunea inacripciona iberiquea lllitjan~t el
fenici i el punic», Oriena Antiquua. vn. Roma. 1968, págs. 223-24.(.
-45 -
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18
ANTONIO TOVAR
Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de estos autores en el de la morfología, de la relación entre el vasco y las lenguas
caucásicas (46).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores:
además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del
método, M. Swadesh (47); en él se pueden ver hasta cierto punto confumadas las semejanzas léxicas entre el vasco y el complejo mundo
caucásico. Nos resultaba un 7'52 %de palabras comunes, en la lista de
100 de Swadesh, al vasco y al georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro 7'52 común al vasco y al circasiano,
representante del caucásico nordoccidental, y sólo un 5'37% a vasco y
avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun
siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico (yo no lo soy, por
cierto) y admitiendo que, por debajo de 5 %, puede intervenir demasiado la pura causalidad, un 7'52 tiene cierta significación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo,
no oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage, su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el
título de su trabajo (48), de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de
viente o veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podrían
haber conservado elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían roto poderosas familias de lenguas, como la
indoeuropea. Reslmente· las ·distancias; aun· suponiendo, para·lo que
cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera
sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado
grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo, la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a
los que se puede añadir, con sus prejuicios A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir
examinando críticamente la posibilidad.
(48) Recordemos de K. BOUDA: «.Bumch-lraukaaieche Etymologien», Heidelberg, 19.(9¡ de R.
LAFON: «Etudea Buques et Caucasiquea», Salamanca, 1962, y de otroe que cita MICHELENA en au
colaboración en el tra~o de la nota siguiente.
(47) A. TOVAR, en colaborac~ con K. BOUDA, R. LAPON, L. ~<.:HELENA, W. VYCICHL y
M. SWADESH: «El m6todo lbico-eatadíatico y au apllcaci6n a lu relaciooea del vucumce». Boletfn
de la Real Sociedad VaSCOQgada de Amigoe del País, Xvn, San SebutUn, 1981, ~p. 2-'9-281.
(48) L. MICHELENA: «L'euakaro-caucaai~n», en «Le langage» dirigido por A. MARTINET,
EIIC)'cl~die de la Pl6yade, Paría, 1988, págs. 1.414-1.487.
-46-
[page-n-47]
ESTUDIOS IBERICOS
19
No hace muchos años (49) apliqué consideraciones tipológicas
que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no), no tienen más
que un valor de indicio (50), al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos
afirmar que las dos lenguas caucásicas comparadas comparten con el
vasco tres rasgos muy importantes del tipo m de Greenberg: S(ujeto)
O(bjeto) V(erbo), pos(iciones), y orden G(enitivo) N(ombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega
desde al menos el siglo VI, es una lengua más bien SVO) en que el
vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los
rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología cuantificada
propuesta también po1· Greenberg, la ve1·dad es que el vasco comparte
la misma altura con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis,
en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama «flexión pura». El índice bajo en vasco de composición es mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas,
el medio del vasco en número de prefijos es alto en avar y muy alto en
georgiano, el alto· de sufijos en vasco es muy alto en avar, y aún
más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como
vemos que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en
el beréber, mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar,
bajo; en la concordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es
medio el del ge·orgiano· y alto el del" avat: en los otros rasgos flexivos
que la concordancia, también el vasco es bajísimo, mientras que el
avar es alto y el georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada, sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos
lenguas caucásicas vecina. , que coinciden en grado en tres índices, y
s
sólo una vez se alejan una de otra en más de un grado de los cinco que
establecimos (muy alto, alto, medio, bajo, muy bsjo) para valorar los
índices numéricos (51). Nótese también la proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices, mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos a sacar consecuencias,
pero sí a llamar la atención sobre la coherencia de los resultados.
(•9) A. TOVAR, en Euakera, XXIV, Bilbao, 1979, págs. 13-33.
(60) O. DEETERS, citado por MIC'HELENA: Op. cit. nota .S, pq. U16.
(61) A. TOVA.R; En «Euakalerriaren na.zioarteco jardunaldiek», Real Academia Vuce, Bilbao,
1981, p6¡e. 189 y u . eapecialmenta 1aB 162 y 11.
-47-
[page-n-48]
20
ANTONIO TOVAR
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas
que he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: «el vasco no es un descendiente del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra
lengua» (52). En esto coincidimos la mayoría de los estudiosos que
leemos con el descüramiento de Gómez-Moreno las inscripciones. Las
coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el ibérico, tanto en
léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto ibérico no
nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (53), «profundas
y reveladoras».
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de
dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a
entender algo más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara
bien el euskera.
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas
que nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a
decir que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría
tener más elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un
sustrato camítico hispánico se puede suponer sobre la base del vasco,
que muestra en nuestro trabajo léxico-estadístico casi un 10 % de
coincidencias con dialectos beréberes de Marruecos. La explicación
ibero-caucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos
conocedores del georgiano tendrían la palabra.
La tipología permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones
(de origen posiblemente).con Asia, pero también influencias camíticas
que se pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que
disponemos para los textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición. Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y
hasta haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he
intentado más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo
derecho a retener más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando
Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré expresando nuestra esperanza y nuestro deseo de que nuestros
compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales
más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en
el conocimiento del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la esfince ibérica.
(62) A. TOVAR: «El euakera y liWI parientesn, Biblioteca Vasca, n, Madrid, 1969, p4ga. 38 y a.
(63) TOVAR: Op. cit. en la note anterior, pág. 66.
-48 -
[page-n-49]
ANTONIO TOVAR LLORENTE
(Madrid)
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS mERICOS (*)
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras, señores:
Cuando el Servicio d~ Investigación Prehist6rica en el que tanto
has trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se
me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me
da la celebración de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar
tu labor en su tiempo, es decir, de mostrar que todo.trabajo científico
se ha de ordenar en una verdadera sucesión, como nos enseñaron los
griegos,· que disponían··la pl&yade·de sus-filósofos .. en düulochat,-en
sucesión de directores de escuelas, casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigraffa y len(-) Conferencia pronunciada por el Excmo. Se11or Don Antonio Tovar Llorente, de la Real Academia Eepaflola, el día 18 deJunlo de 1984, en el eal6n de actoa del Ateneo Mercantil de Valencia, con
motivo del hom~e que ee rindió a Domingo Fletcher Valle por la Exma. Diputación Provinclal al
nombrarle Director Honorario del Servicio de Inveetigaci6n Prehiet6rica, y que fue publicado en un
pequeflo folleto que, con el tftulo «Homenaje a Domingo Fletcher Valle (18 de junio de 1984,.,ee reJIBI"
tl6 entre loa uiatentee al acto.
Cuando, con posterioridad, la Direcci6n del Servicio de Inveatlgaci6n Prehiat6rica ee propueo
publicar un tomo en homenaje a Domin¡o Flethcer Valle, ee pene6 reeditar la confertDCia del Dr. Tovar
Llorente en una publicación que tuviera mayor difuai6n, pera lo que en carta del día 4 de mano de 1986
ee la eoUclt6 eu autorización. El autor concedi6eu permiao mediante carta del día 1211¡uiente, ala que
acijuntaba una cuartilla con correcciones al texto publicado, oorreciouea que bemoe incorporado
ahora.
La lamentable deaaparici6n del Dr. Don Antonio Tovar, fallecido el día 14 de diciembre de eee
miamoaAo 1986, ha Impedido que efectuara unaraviaión de laa pruebu de imprenta, por lo que el uiaten en el texto al¡unoe erroraa 1011 a61o atribuible• a eata Direcci6n. ¡Deecanee en pu el
Maestro! E.P.B.
-29-
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2
ANTONIO TOVAR
gua, y ala relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en
la época de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más
bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de
vasco e ibérico es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez, en muchas partes de la Península, elementos más
o menos de aspecto vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin
duda relacionados con el ibérico y pertenecen en común al remoto
mundo de lo indígena, de lo preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos. Durante muchos años ha sido él quien, particularmente en las
tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado,
ha coordinado, ha sido generosísimo en la comunicación de hallazgos,
ha publicado las inscripciones y, sobre todo las ha estudiado como
nadie, transcribiéndolas y dibujándolas, examinándolas durante días y
días, haciendo con cada una de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden guiar en el oscurísimo campo
de la interpretación.
.
Si repasamos, por ejemplo, ima de sus últimas publicaciones, la de
los plomos de Yátova (1), podemos ver cómo ha conseguido analizar
estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritura halla
otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba
debajo, semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
··· - El prelJtigio-·del·Servicio-y la diligencia de Domingo Fletcher·son·la ·
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido
siempre a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos
de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los
plomos de Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel
«paquete» formado con tierra alrededor el hallazgo importantísimo.
Cultos ciudadanos del pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de
aquello y lo depositaron en el Museo de Prehistoria de la Diputación.
Por suerte, pero no por causalidad, pues nadie como Fletcher podía
estudiar y publicar en pocos meses el dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que los ciudadanos pueden
darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adonde
hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años
(1) D. FLET<.'HER VALLS:
«Los plomos ibúicoa de Y'tova
(Valeocla)~t,
Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehistórica, núm. 66, Vale.ncla, 1980.
-30-
Serie de
Tra~oa
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ESTUDIOS mERICOS
8
del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo recuerdo iniciada
antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un eslabón que
ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difusión en la
cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento
de la epigrafía ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de inscripciones, no es una casualidad, y se debe al ceJo y al entu.siasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía
el Servicio su fundador, don Isidro Ballester Tormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad Don Luis Pericot García, maestro de tantos
y tantos prehistoriadores valencianos. Por aquellos años, antes de la
guerra civil, se comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de
los vasos de Liria, orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos pertenece el sensacional letrero ibérico gudua
deisdea. Ya saben ustedes la historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la
estudiante pensó en las palabras vascas gudu «combate» y deitu «llamar», y entonces pareció por un momento comprobada la vieja tesis
de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por
el vasco. En vano Don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición vasca,
hacía notar unos aiios después (2) que en la frase era un poco raro que
el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, alas dos palabras,
y ·que, lo· mismo que ·la ·morfología, ·la·sintaxis na fusr~cmuy ··vasca,
aparte de que si deitu recuerda al latín dictum, gudu no está exento de
la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos
eminentes que podía ser con todo «llamada de guerra», como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, A. Irigaray y
Severo Altube (3). En la pintura se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus escudos ibéricos convexos, enfrentada ala vez
con otra barca, ocupada por un guerrero con su escudo y un perro que
ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde tendiendo su arco a una flecha
(2) J. DE URQUIJO E mARRA: «La famosa inscripcl6n ibero-vuca de un vuo de Liria. Gudua
Deltzdea. Error de lectura o error de fecha. Contestación a una cñtiC&Jt, Boletín de la Real Sociedad
Vuconpda de Amigoa del Paíe, 1, 2.•, San Sebastián, 1946, pip. 126-143.
(3) J. CARO BAROJA: «Sobre el vocabulario de lu iNcripcionee lbmcu,., Boletín de la Real
Academia Espallola, XXV, Madrid, 1946, páp. 196 y s. y 202.
A. IRIGARAY: En nota que publica Caro Baroja en la obra citada antes.
S. ALTUBE: En Homenaje a Doo Julio de Urquljo, 1, pá¡a. 861 y u.
-31-
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ANTONIO TOVAR
que le disparan desde la primera barca. Los peces que se ven en el
vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela·sobre ellos, nos
hacen pensar en una escena de ataq\le por sorpresa en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del
Servicio de la Diputaci6n, y hoy la colécci6n valenciana es sin duda la
más rica que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos 'dicho la parte que
en ella tiene Domingo Fletcher.
·
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo
en que el desciframiento de .la escritura ibérica por Don Manuel
Gómez-Moreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese desciframiento estaba publicado, y desde 1925, G6mez-Moreno, en un
segundo artículo, la había explicado de modo más completo, a la vez
que presentaba un mapa etnol6gico de la Península que se mantiene
hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los
estudiosos somos rutinarios, y amantes de nuestras capillitas y colegas. Es muy dificil romper además con el prestigio de grandes figuras,
y con el peso de la tradici6n. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes
arque6logos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las lecturas de
Gómez-Moreno, y s6lo algunos numismáticos, hacia 1929, empezaron
a utilizarlas por la sencilla raz6n de que, ahora sí, las monedas se
podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también Don Pío Beltrán, leían al modo 'de G6mez-Moreno los materiales
que iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya
no eran el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de otro modo~ - .. .. .... .. .. ·
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnol6gico que Góme·z-Moreno había trazado. A mí me toc6, como lingüista,
sacar algún partido del descubrimiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trat6 en ellos de lo que élllam6 vasco-iberismo,
es decir, de una equiparaci6n o identificaci6n del vasco con el ibérico,
que, por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, más
por otra, también una tradici6n antiquísima, casi bíblica, pues aiTanca
del pasaje del Génesis en que Tubal, hijo de J afet, aparece como padre
de los iberos, pasaje en el que aSanJer6nimo, al comentarlo y traducir
el comentario de Eusebio se le ocurri6 añadir a Iberi la explicaci6n de
qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que
se llama Anuario de lingütstica ibero-caucásica, en ella naturalmente se
admite la relaci6n con el vasco y con ese supuesto antepasado ibero.
Lo mismo que en Georgia, la Iberia caucásica, arraig6la idea de Tubal
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ESTUDIOS IBERICOS
6
como antepasado en toda España, y muy particularmente entre los
escritores vascos, desde Esteban de Garibay (1571). El origen latino
del castellano y de las otras lenguas románicas estaban ya claro para
Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606, pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos
durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística
moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su viaje a las provincias vascongadas en 1801la identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas, en
verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de
Viterbo, adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y
divulgó toda la tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás,
en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos
habitantes de Hispania por medio de la lengua vasca (4}.
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vasco-iberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner
publicaba los Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos
de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo
genitivo de singular Jinguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus
de Hübner, el genial romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía,
«Die iberische Deklination» (5}, en la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos,
del .Sudoeste, etc., un. c:lesmedrado cuadro que -Gerhard Biihr-, en su
tesis doctoral de GOttingen (publicada póstuma en Eusko-Jakintza)
(6} no pudo apoyar en ningún punto, como seguidor ya de las lecturas
de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía, cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en
peligro de caer en el error y en el disparate. Iberistas espaftoles y
extranjeros que creen que, sin conocimiento del euskera, basta abrir
un diccionario para encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben
continuar trabajando sin estudiar una lengua que, afortunadamente,
está descifrada pues que se habla como lengua viva. Ya con la base de
<•l L. HERVAS Y PANDURO: «Comprobación de la8 inveatlgacionea sobre loa primitivos habitantes de Hiapanla por medio de la lengua vasca», Madrid, 1821.
(5) H. SC'HUC'HARDT: «Die Iberiache Deklination», Sitsungaberichte der Kaia. Akademie der
Wiaaenachaften in Wien, C'LVll, 2, Viena, 1907.
(6) G. BÁHR: «Baakiech und Iberisch», Euako Jakinw, U, ._5, Biarriu, 1948.
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8
ANTONIO TOVAR
las lecturas de G6mez-Moreno se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe. Hubo que limitarse a
comparar datos seguros y a lograr así un mínimo aceptable, abandonando precipitada~ conclusiones de la comparación vasco-ibérica. A
esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduria lin~stica y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena que siguió la tradición
crítica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimientos de los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el
lusitano se dibujan con perfiles bastante claros, en mucho mayor
medida el primero que el segundo, pero nuestro conocimiento de la
lengua ibérica no ha podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el
lusitano son lenguas indoeuropeas, y todo el instrumental del método
comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro, ni referencias ordenadas para
analizarlo. Después nos habremos de ocupar de las posibles conexiones del"ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos estudiados en
mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los milenios de
continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la
del etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con
una tan extensa como la -de··la momia de Zagreb con sus aproximadamente 1.270 palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por
ejemplo, fórmulas sepulcrales que se repiten a menudo, se entiende
algo con seguridad, pero cuanto más e~tenso es el texto, las dificultades son mayores. Aun en el caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde
un texto fenicio glosa como en compendio la más extensa en etrusco,
las dificultades que quedan son todavía insuperables.
El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres
plomos, con sus diez caras si separamos las superposiciones, o el de
Pech-Maho, con sus más de 100, me deja, al menos a mí, abrumado y
perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela
donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran
las pinturas de vasos, pero en un texto extenso, de cuya naturaleza no
sabemos nada, y que además, con lo que parecen numerales, hacen
pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener
paciencia.
-34 -
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ESTUDIOS IBERICOS
7
Una lengua inclasificada, es decir, no incluida dentro de una familia, es por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido
(onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún
sello impenetrable. Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña
que por esta vía no son muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo
que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos
partir de que es indoeuropea, semítica, etc., no nos lo dan penosas
deducciones que, con mucho trabajo, podemos intentar alrededor de
ese punto de claridad que es una palabra identificada o casi. Pero las
tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las contemplamos llenos
de admiración, pero la augusta esfinge esconde su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA IBERICA
El nombre de iberos, .. I an P e: !; (muy raro " r an p o " ) en griego,
lbeñ en latín, parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el
de gran río peninsular que da al Mediterráneo, el Ebro, lberus en latín.
En castellano y en catalán, pervive con el acento del griego" ·I an p, en
la primera süaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Fonte lben),
del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego
como en otra palabra popular, Isidro (frente a la forma culta Isidoro,
· r a ¡; ó w p o !; , con su acento latino), pues lo mismo ocurre con otro
nombre geográfi~o. el-de Adra--r-Aaó n p.a), provincia de Almería;. y los
topónimos perviven en la lengua hablada (7). Por eso yo me inclino,
contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y
no el del pueblo que habitaba en las orillas de su curso bajo.
Pues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai
«río» e ibar «vega». Los griegos se encontraron con que los iberos llamaban al más caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar «no», el
río por excelencia.
Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una relación
que se explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico) (8), cambian. En este caso tenemor i/r (también intervienen en
otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar amai «límite»/
amar «diez (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos)», y para
confirmarlo: amaika «once (algo así como un derivado adjetival de
(7) C'fr. para estas palabraa R. MENENDEZ PIDAL: «Manual de gramática hiltórica eapetlola», 6, ._
(8) C'fr. ildun/r, A. TOVAR: «Uxico de lu inacripciooea iWricaa», Estudios dedicados a MeMildez Pidal, n, Madrid, 1961, págs. 273-323, especialmente la pág. 310.
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8
ANTONIO TOVAR
"diez,, "el que sigue a diez,)»; también se puede recordar -kor/-ko~
doble forma del sufijo vasco que significa «propenso a».
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de
España oyeron !bar en boca de los indígenas, y siguiendo la evolución
de su dialecto, que lo mismo, se supone, que del siglo vn al VI, de
Mada hicieron M1\ 6 o t. • lo convirtieron en .. I Bn P
Que llamaran .. I Bn P e: s a los indígenas del país del • I Bn p pudo
ser debido a que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado
del nombre del río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en
griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema .. I Bn p.
Paralelos a • I Bn Pe: s serían nombres de pueblos extral\ieros que
hallamos en griego: Ka pe: s , K.; X t.. x e: s . La identidad de la forma no
decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de
un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del nombre del río
(ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en
fuentes iberas) la semántica parece asegurar que el nombre fue primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la
fachada mediterránea de la Península, por lo que ésta fue llamada Iberia. Los conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los
siglos VI y V, de la Península, les mostraron la presencia de celtas en
el Sudoeste, al Norte del Algarve, y que allí comenzaba una extensa
Ke: ~ T t.. )( n, que según Heródoto se extendía por todo el Occidente de
Europa, hasta las fuentes del Danubio. En los autores griegos más
· ntiguos se denomina··Celtioo·la·mitad nordoccidental de la Península,
a
como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero ya Polibio designó
como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra griega para lo que
los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses, 11amaron
Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido
demostrar la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien. Las monedas de Urci, hacia Almena, muestran en su
leyenda ibérica Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y
las de los ilergetes, ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la
ciudad de Narbona (Neroncen). En monedas de Ilíberis (Granada)
hallamos la misma palabra cestin que en una inscripción de Liria.
Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén) nos dan duidui como Liria, ütir
como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma ceca ofrecen iscer, que
aparece en Cástulo, Alcoy, Liria, los indigetes (y escer también en
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ESTUDIOS IBERICOS
9
Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas, Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en varios nombres de la turma Salluitana
(donde también hay -aden), en una inscripción romana de Sofuentes,
al Norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafia pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y Almena se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el
país de los ilergetes por Lérida y Zaragoza, y de los vascones, en Alagón y Sofuentes. El estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no sepamos en general el significado, sostener
que la misma lengua se hablaba en todo este territorio, como presentamos ya hace tiempo en mapas (9). Esta unidad de la lengua ibérica la
admiten J. Maluquer de Motes y Antonio Arribas (10), que exagera un
poco quizá al llevar los1ímites hasta el Ródano y hasta las columnas de
Hércules. Por su parte L. Pericot (11), insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua aparece con tan
innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora
se llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno e " I en p en Estrabón
(13). Un testimonio antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes
de Hércules y utiliza varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de Heraclea (14), llama iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltar y mucho más al Este, es decir,
el territorio -de Tartessos· en·su·más amplio· sentido;yconsidera·como
tribus de una misma raza a los cinetes, gletes, tartesios, elbisinios,
mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en la que
parece se menciona el Ródano (15). ¿Se Uamaron realmente iberos los
pobladores de todo el Sur de la Península? ¿Son miembros de la
vn,
(91 A. TOVAR: «Extensión de la lengua ibérica en Andalucía», Zephyrus,
Salamanca, 1966,
páge. 81-83.
A. TOVAR: «The Ancient Language of Spain and Portugal», New York, 1961, p6ga. 60 y u .
(10) J . MALUQUER DE MOTES NIC'OLAU: Prólogo a la obra que ae cita a continuación,
p6g. 20.
A. ARRIBAS PALAU: «Loa Iberos», Barcelona, 1966, pág. 27.
(11) L. PERIC'OT GARC'IA: «La cer6m.ica ibérica», Fotografiu de Toni Vida!, Bareelona, 1979
(198•l), pá¡. 11.
(12) AVIENO. Ora 2~8. C'fr. A. SC'HULTEN: «
(1!l) ESTRABON, m, 6, 9, pág. 175.
1141 .J. ,JAC'OBY: «Die Fragmente der griech. Histociker>l, I, pá¡a. 216 y e. y 602 y a.
(15) A. SCHUL'IEN: «Fontea Hispaniae Antiquae», n, Bareelona, 1926, páp. 87 y 88.
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10
ANTONIO TOVAR
misma comunidad étnica que haJJamos en la .Andalucía oriental y en
toda la costa del Este? ¿O iberos en este punto no significa otra cosa
que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es fácil dar una respuesta.
Pero habremos aún de volver sobre este punto.
El precoz desarrollo de la cultura tartesia, la presión de los invasores celtas en toda Andalucía, particularmente sobre la occidental, así
como sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a
la que se nos manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los
límites que la lengua nos señala. El Hiberus de Avieno, "I an P de
Estrabón, podria ser un indicio de que sí, de que en aquella región un
poco marginal se mantuvo conciencia de que eran iberos. Pero cuando
contemplamos el tesoro del Carambolo, o los relieves de Osuna, o se
estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con
otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía
investigador tan competente como Pericot (16), aseverar que <
ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos ~bién en la arqueología de ese territorio, especialmente en la típica cerámica, que coincide con el que la epigrafia nos
asegura como ibérico, podemos intentar una explicación cronológica
del. desarrollo de .esta cultura, ..de.jando .ahora el problema, mucho más
dificil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (17), refiriéndose a como
plantean los arqueólogos estas cuestiones, «la cuestión de origen ha
sido substituida por la de fonnacilm de tal o cual pueblo o cultura».
La presencia epigráfica y arqueológica de los iberos permite partir
de la idea de P . Bosch Gimpera (presentada por Pericot) (18) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura tomó rasgos característicos, determinados en buena parte por
influencias coloniales púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra düerencias regionales, que resultan sin duda de que las formas culturales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del
(16) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, p6g. 8.
(17) MALUQUER DE MOTES: Op. cit. en la nota 10, p6g. 9.
(18) PE RIC'OT: Op. cit.. en la nota 11, p6g. 1L
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ESTUDIOS mERICOS
11
alto Guadalquivir, y se extienden, seguramente favorecidas para su
expansión por una preexistente comunidad étnica y lingüística, de
Sudeste a Noroeste. Pericot (19) iniste en «la importancia del substrato ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente
elevadas para el desarrollo de la primera etapa de lo ibérico».
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una cultura, en un territorio relativamente protegido contra las
invasiones indoeuropeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre
la larga tradición cultural de la región de Almena, vienen a confluir
influencias tartesias.
.
Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástuloturdetana, es decir, la del Algarve y todo el Sur de la Península, que
seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste,
territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser del tipo que se llama secundario, es decir,
formado sobre la base de letras alfabéticas, a · menos que esto se
pudiera demostrar. La hipótesis de que el elemento silábico de la
escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del ll milenio es
la más obvia para explicar su presencia en el 1 a. C. El argumento que
expuse en 1943 (20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a
conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue
teniendo valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al
uso. de. silabarios ..de..antiguo.abolengo. en .Chlpre hast&.tiempos bastante tardíos. No se han hallado, que sepamos, huellas de un 'silabismo
sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un
indígena dueño de las escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del
silabismo que l. J. Gelb considera inherente aún al alfabeto fenicio, o
un colonizador compenetrado con la cultura indígena, forjó alrededor
de la fecha que suponemos la escritura cuya alta antigüedad parece
que se confirma cada vez más en excavaciones en Portugal.
En la cultura ibérica que toma sus rasgos característicos en la
región del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que
es, un siglo después de que se formara la escritura del Sudoeste, una
combinación semejante de elementos distintos: la metalurgia de los
exvotos ibéricos de Sierra Morena, que surge en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la influencia griega es innegable. Más griega,
(19) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, págs. 236 y s.
(20) A. TOVAR: «Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas», Bue001 Airea, 1949, págs.
17-20.
-39-
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12
ANTONIO TOVAR
pero a la vez oriental, es la escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio
donde los iberos, en casos que parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la escritura jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia, que aabemos extendió su influencia por todo el Sur de España,
hasta incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar,
más remota en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente
tuvieron su centro en la región de· Almena. La alta cultura tartesia
explica, con modelos como los legendarios Gárgoris y Ha bis, o el más
histórico Argantonio, la existencia de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión de las formas caracteristicas con que aparecen en la historia los
iberos, y nos orienta sobre la cronología de la difusión de su
cultura.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
Galera, Toya y el Cigarralejo (21). Se fechan en el siglo VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y Archena.
Liria, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (22). Al siglo IV pertenece el comienzo de la cerámica ibérica
del Bajo Aragón (23); al IV-m, Ensérune (24); las piezas cerámicas de
Azaila corresponden al siglo m (25).
· La· extensión de-los estilos cerámicos ibéricos a·Celtiheria se fecha,
según Peiicot (26), en los siglos m y ll.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de
Avieno (27), al decir que el territorio de los iberos, en el que «están
situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo», comienza precisamente en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de
Ibiza.
.
Además es cierto que pocos versos antes, en el 462 s., el piloto
marsellés dice, refll'iéndose, parece, porque el texto es sumamente
impreciso y difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus
(21)
(22)
(28)
(24)
(26)
(26)
(27)
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
AVIENO, Ora. 472 y 88.
11,
11,
11,
11,
11,
11,
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
241.
248.
246.
274.
250.
268.
- 40 -
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ESTUDIOS mERICOS
13
quondam stetit/Tartesswrum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca
del Júcar, «estuvo antaño el límite de los tartesios». Pero ese límite de
los tartesios, que fue límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya
allí límite político ninguno, y la epigrafía nos enseña que en el
momento en que jonios, como nuestro marsellés, habían introducido
su escritura en Alcoy y en Mula, lo que sería unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir en la misma lengua
que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos
la asegura también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos
siglos a lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer
vio menos del interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua, escritura, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con
unidad que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la
Edetania, las tribus de la costa catalana (ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos, indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la
costa de Rosellón y el Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes
es también epigráficamente ibero.
. Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la
zona subpirenaica un poco al Sur de donde se debía hablar el euskera:
me -refiero al famoso -documento que es-la turma·Balluitana (28}, y-al
importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la tabula
Contrebiensis (29).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el
general Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89
a. C., nos da una lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y
tres incompletos, que pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente
sólo son entre estas de identificación segura Zaragoza y Lérida, y de
probable, Egea; Succonsa, la otra cuyo nombre se conocía de antes, se
cita en Ptolomeo, y se puede suponer estaba entre Huesca y
Lérida.
(28) CIL 12, 709, VI, 37.046. Cfr. N. CRINITI: «L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone11,
MiUn, 1970.
(29) G. FATAS CABEZA: «Contrebia Bela.isca (Botorrita. Zaragoza). n. T abula Contrebienaia»,
Mono¡raflu Arqueológico, :xxm, Zaragoza, 1980.
- 41 -
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14
ANTONIO TOVAR
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el
senado de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C.
Valerio Flacco, en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia (Zaragoza) sobre terrenos por los que pasaban aguas
para el riego, son, aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan
nombres celtibéricos como los escritos en letras ibéricas en el bronce
de Botorrita, sólo dos: el de [... C] assius hijo de[.] eihar, Salluiensis, y
el de Turibas hijo de Teitabas, Allauonensis. Estos tres nombres, pues
el zaragozano hijo de ]eihar tiene praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo ]eihar con su h plantea problemas.
Estos nombres nos aseguran de que en territorio que Ptolomeo nos da
como vascón, tenemos nombres ibéricos: en Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su primer elemento
quizá no ibérico) (30), de Turciradin, de Sofuentes, al Norte de
Egea (31).
J. Corominas comentó (32) otra inscripción (33), procedente de la
alta Ribagorza, dándola como en «vasco ribagorzano» del siglo l. Los
dos nombres indígenas que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdwnari, son, el.primero, ibérico en sus dos elementos:
Tanne- (34), y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (35), si bien en Aquitania
también tenemos Dann-, y éste sería un caso en que se descubre un
fondo común ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que
ibérico, en el que no parece se encuentre nada semejante, podría ser
del fondo vasco-pirenaico, como .defiende Corominas, que alega la
palabra vasca azter. «indagación,-examen», y otras parecidas, y elnombre personal Aster en diplomas gascones de los siglos IX y XI, y otros.
La dificultad que hay en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la
falta o rareza de m en ibérico, y explicar así una confusión gráfica del
vasco dun «que tiene», palabra muy frecuente.
Desde el punto de vista del va.sco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como
supone Corominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada en el artículo, es decir, determinada, que no se pensarla
fuera tan antigua. Pero la verdad es que falta documentación en
este punto.
(30) M.• L. ALBERTO S FIRMAT: «La onomástica pei'IOllal primitiva de Hiepania. Ta!:raconenae
y Bátican, Salamanca, 1966, pág. 237.
(31) en. n 2.976.
(32) J . eOROMINAS: «Entre doa llenguatgea», U, Barcelona, 1976, ~~~· 132-Ul.
(33) en. n s.s4o.
(34) ALBERTOS: Op. cit. en la oota 30, ~g. 220.
(36) ALBERTOS: Op. cit. en la nota 30, p4¡. 47.
- 42 -
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ESTIJDIOS IBERICOS
16
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la
relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más bien vasco o aquitano (que podemos considerar idénticos
entre sí). Quizá hasta allí llegaba, entre personas de posición social
relativamente elevada, que hacían poner una lápida, la influencia
del ibérico.
LA LENGUA IBERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy dificil y muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de
hacerlas porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no
descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos
permite enunciar a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo.
Una lengua de la que poseemos tantos documentos como los que se
exhiben en · l Museo de Valencia, y en otros más, no estaría indescie
frada, una vez que se lee con seguridad, si fuera indoeuropea. Hasta
lenguas que durante mucho tiempo no fueron reconocidas como
indoeuropeas, cual el licio y el lidio, pudieron identificarse como herederas, aunque muy cambiadas de las antiguas lenguas indoeuropeas
anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en
su escritura, con más puntos oscuros que la ibérica, y en que han
tenido una larga evolución, una vez disuelta la antigua familia anatóücá..del"netitS";··en -erUeste·· aa··A"ia·Menor: ····-···············-·········-······ ·· · · · ··
s
Es cierto que en la pátera de Tivissa (36) se ha señalado que
se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices.
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio
(del tipo del véneto donasto «dedit», fagsto «fecit») del verbo M-Uer-,
bien atestiguado en indio karati «él hace»; galés, para{ «hace, causa»;
irlandés, cruth «figura»; galés, pryd «figura, tiempo». Así lo explicó L.
Michelena y lo aceptó V. Pisani (37).
(311) M. GOMEZ MORENO: <
G. NIC'OLINl: <
(37) L. MIC'HELENA: <<¿Un aoristo signuitico indoeuropeo en la pátera ibélica de Tívisa?», Emerita, XX, Madrid, 1962, págs. 163-160.
V. PISAN!: En Archivío glottologico italiano, XXVIn, Torino, J>á~ta. 104 y a. y en Paideía, IX.
~nova, pág. 13.
-43-
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16
ANTONIO TOVAR
Pero en el millar largo de voces ibéricas que se han reunido (38),
no se repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en
algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que
intenté con el beréber. En un trabajo de 1946 (39), propuse interpretar eban (en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban «piedra» más un elemento pronominal -en, que se halla así
pospuesto, no al poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo considero que es el genitivo vasco que H. Gavel
llamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren harria «piedra de Pedro», a diferencia de ibérico Balceadin Isbedarticer ebanen «B. hijo de Isbedar (en
una forma adjetival) piedra-de-él». Con un elemento pronominal posesivo distintO tenemos en Ubico Msult bn-s «Musulamia tumba-su»
(40), y en beréber actual tamaziYt en-s «patria él-su (patria de él)»
(41). Para hacer verdaderamente digna de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de todos los tiempos eban
significa «lápida», y el epigrafista J.G. Février (42), publicó una serie
de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, la
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban «lápida» en ibero fuera un préstamo púnico,.·s6lo
nos quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos
todavía que J . Pokomy, en un trabajo de 1950 (43}, utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además
de para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del
relativo infijado en irlandés antiguo, en ejemplos como inna aimsire mbtte-som isind fognam «del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue)
están en servicio», sechi chruth do-n-d-r6n «de cualquier forma que (n)
(38) J. SILES RUIZ: «Uxico de inscripciones ib6ricas>>, Madrid, 1985.
(39) Luego incluido en TOVAR, op. cit. en la nota 20.
(40) A. TOVAR: <
Arte y Arqueología, X, Valledolid, 1943-1944, pág. 36.
(41) TOVAR: Op. cit. en la nota 20, págs. 61 y as. y 90 y 88.
TOVAR: Op. cit. en la nota 9, en segundo lugar, págs. 62 y 88.
(42) J. G. FEVRIER: En Studi orientali in onore di G. Levi della Vide, 1, Roma, 1956, págs.
182 y 88.
(43) J. POKORNY: ccZum nichtindogei'IIIIlllÍ8chen Substratim Inselkelketischen», Die Sprache, I,
Wien. 1949, pág. 244.
-44-
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ESTUDIOS ffiERICOS
17
yo lo (á) hiciera (1.• persona singular del perfecto de di-ro-gn()» . Este
complicado juego de relaciones, que puede parecer poco creíble,
adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de Europa, hipótesis que mantuvo Pokomy de un modo que
ahora no se estila, pero que puede tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y la tipología, a las que luego
nos referiremos.
No han faltado, naturalmente, intentos de relacionar directamente
el ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que
no me parecen convincentes. Primero el de Juan de Gorostiaga (44).
Sin verdadero análisis, da por seguro que se trata del contrato que
hace un duefto con dos constructores para la reparación de dos casas.
No hace caso de la separación de palabras con puntos y así consigue
aislar dos veces la palabra bait «casa» y una vez el plural betin; adunin
lo traduce por adun «seftor», pero en conjunto no ha explicado las
palabras. En el segundo intento que reseñamos, su autor, J. M. Sola i
Solé (46), parte de identificar, como su precursor, el ibero con el
púnico, lo que, de ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que
él alcanza. De una inscripción de Liria saca lo siguiente: «bitiiba (sin
explicar) de Banitewbar hijo de Balcewni». De la del Cerro de los Santos Ba8tulaiacun: m§ «estatua» z «esta», un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Y akun «estatua esta aquí para
Yakun». Nada le detiene: la inscripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum
Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación·y étnico en celtibérico, es traducida a.sí:-«Tirtan Osabul ha erigido
(o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws». Basta todo esto para probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado
con el vasco, podría considerarse tradicional, es la que se supone con
las lenguas caucásicas, especialmente con la más importante y la más
antiguamente atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es
todavía inexistente, no podemos hacer más que dar brevemente
cuenta de los resultados de la comparación vasco-caucásica. En nuestro tiempo, después de H . Schuchardt y C. C. Uhlenbeck, han sido K .
(44) J . DE GOROSTIAGA: c
dnterpretación, traducción y análi8is del plomo ibmco de C'aatel16n>~,
Boletín de la Real Sociedad Vucongada de Amigoa del País, IX, San SebutUn, 1953, pága.
·
ww~
(.(5) J . M.• SOLA SOLE: «Aaaaig d'interpretaci6 d'algunea inacripciona iberiquea lllitjan~t el
fenici i el punic», Oriena Antiquua. vn. Roma. 1968, págs. 223-24.(.
-45 -
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18
ANTONIO TOVAR
Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de estos autores en el de la morfología, de la relación entre el vasco y las lenguas
caucásicas (46).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores:
además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del
método, M. Swadesh (47); en él se pueden ver hasta cierto punto confumadas las semejanzas léxicas entre el vasco y el complejo mundo
caucásico. Nos resultaba un 7'52 %de palabras comunes, en la lista de
100 de Swadesh, al vasco y al georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro 7'52 común al vasco y al circasiano,
representante del caucásico nordoccidental, y sólo un 5'37% a vasco y
avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun
siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico (yo no lo soy, por
cierto) y admitiendo que, por debajo de 5 %, puede intervenir demasiado la pura causalidad, un 7'52 tiene cierta significación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo,
no oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage, su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el
título de su trabajo (48), de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de
viente o veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podrían
haber conservado elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían roto poderosas familias de lenguas, como la
indoeuropea. Reslmente· las ·distancias; aun· suponiendo, para·lo que
cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera
sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado
grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo, la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a
los que se puede añadir, con sus prejuicios A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir
examinando críticamente la posibilidad.
(48) Recordemos de K. BOUDA: «.Bumch-lraukaaieche Etymologien», Heidelberg, 19.(9¡ de R.
LAFON: «Etudea Buques et Caucasiquea», Salamanca, 1962, y de otroe que cita MICHELENA en au
colaboración en el tra~o de la nota siguiente.
(47) A. TOVAR, en colaborac~ con K. BOUDA, R. LAPON, L. ~<.:HELENA, W. VYCICHL y
M. SWADESH: «El m6todo lbico-eatadíatico y au apllcaci6n a lu relaciooea del vucumce». Boletfn
de la Real Sociedad VaSCOQgada de Amigoe del País, Xvn, San SebutUn, 1981, ~p. 2-'9-281.
(48) L. MICHELENA: «L'euakaro-caucaai~n», en «Le langage» dirigido por A. MARTINET,
EIIC)'cl~die de la Pl6yade, Paría, 1988, págs. 1.414-1.487.
-46-
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ESTUDIOS IBERICOS
19
No hace muchos años (49) apliqué consideraciones tipológicas
que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no), no tienen más
que un valor de indicio (50), al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos
afirmar que las dos lenguas caucásicas comparadas comparten con el
vasco tres rasgos muy importantes del tipo m de Greenberg: S(ujeto)
O(bjeto) V(erbo), pos(iciones), y orden G(enitivo) N(ombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega
desde al menos el siglo VI, es una lengua más bien SVO) en que el
vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los
rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología cuantificada
propuesta también po1· Greenberg, la ve1·dad es que el vasco comparte
la misma altura con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis,
en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama «flexión pura». El índice bajo en vasco de composición es mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas,
el medio del vasco en número de prefijos es alto en avar y muy alto en
georgiano, el alto· de sufijos en vasco es muy alto en avar, y aún
más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como
vemos que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en
el beréber, mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar,
bajo; en la concordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es
medio el del ge·orgiano· y alto el del" avat: en los otros rasgos flexivos
que la concordancia, también el vasco es bajísimo, mientras que el
avar es alto y el georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada, sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos
lenguas caucásicas vecina. , que coinciden en grado en tres índices, y
s
sólo una vez se alejan una de otra en más de un grado de los cinco que
establecimos (muy alto, alto, medio, bajo, muy bsjo) para valorar los
índices numéricos (51). Nótese también la proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices, mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos a sacar consecuencias,
pero sí a llamar la atención sobre la coherencia de los resultados.
(•9) A. TOVAR, en Euakera, XXIV, Bilbao, 1979, págs. 13-33.
(60) O. DEETERS, citado por MIC'HELENA: Op. cit. nota .S, pq. U16.
(61) A. TOVA.R; En «Euakalerriaren na.zioarteco jardunaldiek», Real Academia Vuce, Bilbao,
1981, p6¡e. 189 y u . eapecialmenta 1aB 162 y 11.
-47-
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20
ANTONIO TOVAR
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas
que he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: «el vasco no es un descendiente del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra
lengua» (52). En esto coincidimos la mayoría de los estudiosos que
leemos con el descüramiento de Gómez-Moreno las inscripciones. Las
coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el ibérico, tanto en
léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto ibérico no
nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (53), «profundas
y reveladoras».
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de
dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a
entender algo más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara
bien el euskera.
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas
que nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a
decir que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría
tener más elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un
sustrato camítico hispánico se puede suponer sobre la base del vasco,
que muestra en nuestro trabajo léxico-estadístico casi un 10 % de
coincidencias con dialectos beréberes de Marruecos. La explicación
ibero-caucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos
conocedores del georgiano tendrían la palabra.
La tipología permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones
(de origen posiblemente).con Asia, pero también influencias camíticas
que se pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que
disponemos para los textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición. Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y
hasta haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he
intentado más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo
derecho a retener más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando
Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré expresando nuestra esperanza y nuestro deseo de que nuestros
compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales
más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en
el conocimiento del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la esfince ibérica.
(62) A. TOVAR: «El euakera y liWI parientesn, Biblioteca Vasca, n, Madrid, 1969, p4ga. 38 y a.
(63) TOVAR: Op. cit. en la note anterior, pág. 66.
-48 -
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